
Caerse…
Deslizarse…
Resbaloso es el camino que lleva al fondo.
Cuando crees estar en el final del él para empezar a rasguñar las paredes y penosamente levantarte hacia la luz que ves arriba
te das cuenta de que en realidad te falta descender más aún.
No percibes cuánto, pero sigues cayendo…
Sangras y, disculpa lo adusto de mis palabras,
te secas llorando… los ojos se achican y arden…
La pesadez de tu cuerpo carga lo que deberían hacer cuatro.
Merman tus fuerzas y sólo escribes tristezas…
Luego tratas de dormir sabiendo que no lo lograrás…
¡¡Dios está!! Y sabes que es la salida.
Sus manos, sus estigmas, sangran por el dolor de su hijo…
Y, sin embargo, te caes como una pluma arrastrada por el vendaval.
¡Y si hasta crees ser masoquista!
¡Pero no!
Es una trampa. Dolorosa.
Implacable
salvaje, que te socava las ganas de vivir.
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